Cómo controlar la rabia (en adultos y niños)

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Ataques de rabia recurrentes, conocidos científicamente como trastorno explosivo intermitente o incluso Casco, son episodios en los que la persona reacciona de forma muy agresiva, lo que puede suceder verbalmente, como maldecir, o mediante conductas físicas, como golpear o morder.
Estos ataques de ira la mayoría de las veces parecen ocurrir sin ninguna razón que pueda justificar la intensidad del estallido emocional, pero son el resultado de la falta de capacidad para controlar los propios impulsos.
Sin embargo, es posible controlar estos ataques de rabia mediante la psicoterapia y, en algunos casos, el uso de medicamentos calmantes.

Consejos para controlar los ataques de rabia
Según la edad, existen diferentes estrategias que se pueden utilizar:
1. En adultos
En los adultos, una de las formas más eficaces de evitar un brote de rabia es concentrarse en la respiración. Así, se puede contar hasta 10 y, durante esos segundos, aprovechar para reflexionar y tratar de pensar el problema de otra manera, evitando pasar de inmediato a la agresividad. Otra opción es también alejarse de la persona o situación que está causando el estrés.
Sin embargo, si bien es importante saber cómo controlar la ira en este momento, también se recomienda que la persona trabaje con el exceso de ira a largo plazo, evitando nuevas crisis. Para hacer esto, algunos pasos incluyen:
Evite la acumulación de sentimientos negativos: en lugar de guardar sentimientos sin reaccionar, es importante lidiar con situaciones negativas a medida que surgen;
Ejercicio regular: Es fundamental poder canalizar el estrés, con ejercicios con mayor descarga energética como kickboxing o algo más relajante como pilates;
Evite las fuentes de estrés: por ejemplo, si se identifica que hay una persona que forma parte de la vida cotidiana y le causa mucha irritación, se debe intentar alejarse de él para reducir las posibilidades de tener otro brote;
Comprenda las causas de los ataques de ira: esto se puede hacer a través de la terapia con el psicólogo, pero también a través de la reflexión sobre los momentos cotidianos. Algunas de las situaciones más comunes incluyen quedarse atrapado en el tráfico o ser insultado.
La dificultad para controlar los impulsos puede estar vinculada al miedo a ser evaluado por otros o al nivel de exigencia del comportamiento de otras personas.
Si siente que el temperamento explosivo está perjudicando las relaciones interpersonales, es importante buscar la ayuda de un profesional, como el psicólogo.

2. En el niño
En el caso de los niños, es importante darse cuenta de que el arrebato agresivo suele deberse a la incapacidad de afrontar la frustración, ya que es un sentimiento nuevo. Así, para minimizar los efectos inmediatos de estos brotes, también llamados berrinches, se debe intentar distraer al niño, por ejemplo sacándolo del entorno estresante o proponiéndole un nuevo juego.
En ocasiones, también puede ser importante dar un abrazo, porque este acto permite contener las emociones negativas que el niño está experimentando en ese momento. Sin embargo, es necesario trabajar con el niño para prevenir futuros brotes, y algunas estrategias incluyen:
Di no: es importante negar los deseos del niño para que aprenda que lo que quiere no siempre se consigue. Si hay un brote de agresión, el niño no puede obtener lo que quiere, de lo contrario, aprende que siempre que quiere algo tiene que hacerlo.
Se un ejemplo: el niño absorbe su entorno. Por lo tanto, si observa que su familia es agresiva, también tenderá a serlo. Por eso es fundamental ser coherentes y seguir los modelos que estamos intentando enseñar.
Creando un clima de confianza: para que el niño se sienta seguro al soltar lo que siente. En estos momentos es importante explicar que es normal sentirse triste o molesto pero que no es correcto pegar, morder o tener otro comportamiento agresivo.
Siempre que se trate de niños es recomendable utilizar un lenguaje adecuado a su edad, así como agacharse a su altura, manteniendo el habla corta, sencilla y clara, porque los niños pequeños no pueden concentrarse durante largos períodos de tiempo.
Cuando la agresión puede estar relacionada con una fase típica del desarrollo infantil o cuando las estrategias anteriores ayudan, generalmente no hay necesidad de preocuparse. Sin embargo, si resulta que el niño no puede hacer frente a la frustración, se lastima a sí mismo oa otros, puede ser necesario solicitar la evaluación de un psicólogo.
Como se hace el tratamiento
Cuando la ira no se puede expresar de forma saludable, pueden surgir varios problemas a largo plazo, como depresión, ansiedad, dificultad para dormir o incluso la adopción de conductas adictivas, como las drogas o el alcohol.
Por lo tanto, se recomienda consultar a un psicólogo, quien generalmente usa la terapia cognitivo-conductual para ayudar a comprender las razones detrás de los arrebatos de ira. Por lo tanto, es importante estar al tanto de lo que sucede antes de un brote para que se puedan crear estrategias para lidiar mejor con sus impulsos agresivos.
Los brotes también se deben a menudo a una acumulación de situaciones negativas que no se han resuelto en el pasado, pero que se manifiestan como reacciones agresivas inapropiadas a una situación determinada como un insulto, que puede ni siquiera estar relacionado.
No obstante, tras consultar al psicólogo si considera que tras la evaluación es necesario recurrir al uso de medicación para controlar el estado de ánimo derivará a un psiquiatra.