No más excusas

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Como miembro de los equipos de atletismo y softbol de mi escuela secundaria, nunca tuve problemas para mantenerme en forma. En la universidad, seguí manteniéndome en forma participando activamente en deportes intramuros. Con 130 libras, me sentía fuerte, en forma y feliz con mi cuerpo.

Sin embargo, poco después de la universidad, comencé mi primer trabajo como profesor y me dediqué a preparar planes de lecciones y dar el 100 por ciento a mis estudiantes. Algo tenía que ceder en mi apretada agenda y, lamentablemente, dedicaba cada vez menos tiempo a mis entrenamientos. Finalmente, dejé de hacer ejercicio por completo.

Mi aumento de peso me alcanzó un año y medio después, cuando traté de ponerme mi par de pantalones cortos favoritos. Una vez me quedaron perfectamente, pero cuando traté de ponérmelos, ni siquiera pude abrocharlos. Me subí a la báscula y descubrí que había ganado 30 libras. Decidí quitarme el peso de forma saludable y, para ello, tuve que hacerme un tiempo para mejorar mi salud. No podía dejar que otras cosas de mi vida tuvieran prioridad.

Renové mi membresía en el gimnasio, que no había usado en casi dos años, y prometí mover mi cuerpo durante al menos 30 minutos cinco veces a la semana. Empaqué mi bolsa de gimnasia cada noche y la guardé en mi auto para poder ir directamente al gimnasio después de la escuela. Comencé corriendo en la cinta y gradualmente fui aumentando la intensidad y la distancia. También comencé un programa de entrenamiento con pesas porque sabía que desarrollar músculo pondría en marcha mi metabolismo y me ayudaría a perder peso. Hice un seguimiento de mi progreso en un diario de ejercicios y ver mi progreso en el papel me mostró cuánto había mejorado. Después de solo un par de semanas, no podía esperar para ir al gimnasio para tonificar y esculpir mi cuerpo.

Lenta pero seguramente, las libras empezaron a bajar. Cuando eliminé de mi dieta los bocadillos nocturnos y la comida chatarra, no solo seguí perdiendo peso, sino que también tuve más energía y me sentí mejor. Comí más frutas y verduras y dejé de beber refrescos y alcohol, que eran calorías vacías que no necesitaba. Descubrí métodos de cocción más saludables y aprendí la importancia de comer comidas con el equilibrio correcto de carbohidratos, proteínas e incluso grasas.

Familiares y amigos me felicitaron por mi progreso, lo que me ayudó a recordar mis metas cuando me sentí desanimado. También usé mis viejos pantalones cortos para mantenerme encaminado hacia mis objetivos de pérdida de peso. Cada semana estaba un poco más cerca de que me quedaran bien. Dos años después, alcancé mi objetivo: los pantalones cortos encajaban perfectamente.

Después, queriendo seguir desafiando mi mente y mi cuerpo, me inscribí en una carrera de 10 km. Fue extremadamente difícil, pero he completado varias carreras más desde entonces porque amo cada momento. Mi siguiente objetivo era terminar una maratón, y después de entrenar durante seis meses, lo logré. Ahora estoy trabajando para convertirme en un entrenador personal certificado. Soy la prueba de que la pérdida de peso saludable es un objetivo alcanzable.

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